Demasiado...

Tengo el día nostálgico, de buceo en fotos y relatos pasados. Es una inmersión difícil de describir. Suele ser tan dolorosa como satisfactoria. ¿Dolorosamente satisfactoria? Algo así. Sea como sea he releído montones de cosas que despiertan mi sonrisa. Y tantas otras que endurecen mi semblante, como el siguiente texto, de junio de 2009.

Te echo de menos. Mucho. Demasiado…

 

Demasiado. Me gusta esta palabra. Demasiado…

Es como si alcanzara un límite que nunca pensé que cruzaría. Demasiado, porque ya lo he cruzado. Demasiado porque es casi imposible de creer. Demasiado, que a pesar de ser mucho, no es nunca suficiente. Demasiado, que a pesar de ser demasiado, crece y crece y se convierte en muchísimo más que demasiado, y puede ser infinito, y tan indeterminado como la suma de montones de infinitos.

 

Te echo de menos. Demasiado. Y te quiero… Demasiado.

Era sin duda un día Yang de una etapa muy Yang. Echo la vista atrás y visualizo mis 22 años como bastante agónicos. Este pasaje me entristece, me recuerda aquellos días (meses) tan dolorosos. Y al mismo tiempo no puedo evitar sonreír un poco… Es esa sonrisa de lado, un poco pícara quizás, pero sobre todo más sabia, que observa con la experiencia ganada el doloroso drama de entonces…

22 años, primera relación formal, primera ruptura, primer desvanecimiento del mundo. Entonces creía que me moriría. ¿Cómo podía pasarme aquello a mí? ¿Y por qué? Lo veía todo clarísimo hacía muy poco, y de pronto sólo tropezaba con rincones oscuros…

Sigo sonriendo con la mirada entornada. Quería mucho a aquella persona, eso es verdad. Antes recordar los “quereres del pasado” me entristecía… demasiado. Pero aquí estoy. He sobrevivido.

Debe existir Yang, igual que existe Ying. La vida es constante equilibrio. Y Ying siempre vuelve, pero espera a que desees realmente su regreso…